Suposiciones, estimaciones y extrapolaciones en el ámbito marino

D. Lloris

Ciertos autores muestran su preocupación por decirnos la cantidad de especies que habitan en nuestro planeta y lo que acontece con ellas a causa de la hiperactividad humana. Algunos, trufan sus artículos con un sinfín de suposiciones que solo transmiten incertidumbre, entre otras causas porque el origen de su información procede de un conjunto de conjeturas. Otros, presentan sus estudios dejando caer que son el resultado obtenido tras aplicar tal o cual modelo, como si fuera un axioma que no admite dudas.

Para convencernos de las bondades de esos estudios, se suele recurrir a algún artificio estadístico que lo avale; sin embargo, basta con retroceder en el tiempo para darnos cuenta que una inmensa mayoría de esas «verdades» solamente son o han sido relativas. Lejos de asimilar esa relatividad, se persiste en los artificios que, parecen residir en algún misterioso algoritmo que suele venir arropado mediante una correlación estadística, ignorando que correlación no significa causalidad. Artificios que, en demasiados casos, transmutan un artículo de corte biológico en otro donde las cuantificaciones estadísticas toman posesión casi absoluta, poniendo en evidencia el escaso conocimiento biológico que se pretendía explicar.

Cuando esto ocurre, no puedo evitar ponerme en alerta sobre la validez o importancia de estos estudios que no suelen resistir una prueba empírica, preguntándome – ¿Si solamente buscan saber el número aproximado, por qué no recopilan todas las especies citadas hasta el momento? Actualmente, existen bases de datos (no siempre fiables) que, tras una mirada crítica, podrían ayudarles a satisfacer esa curiosidad.

En el caso de los peces es conmovedor ver como se utilizan inventarios, que son el sumatorio de todos los registros acumulados en el tiempo, sin saber que una especie inventariada no significa, necesariamente, su presencia actual, pues su cita pudo ser, sencillamente, ocasional o fruto de alguna confusión taxonómica.

 

Algunos autores, cuando nos hablan de conservacionismo, todavía van más lejos, y anuncian (siempre con estimaciones) cuántos de los organismos que fabulan existen en la realidad – ¿Tal vez para poder decirnos cuantos desaparecen a diario? – ¿Con la finalidad de protegerlos? Pero entonces – ¿Cómo se protege lo que se desconoce? – ¿No será que, a partir de ese momento, ya creen que convierten en real lo que no lo ha sido nunca?

En este mismo contexto, Koslow et al., (1997), nos brindan un jugoso artículo titulado How many demersal fish species in the deep sea? A test of a method to extrapolate from local to global diversity, donde invalidan uno de los métodos más frecuentemente utilizados para extrapolar la biodiversidad global, a partir de muestreos locales, como es el conocido método de Grassle y Maciolek (1992).

En la literatura se pueden encontrar más ejemplos, siendo algunos de ellos, bajo la mirada actual, hasta jocosos. Este es el caso de Horn (1972) quien, tomando en cuenta las estimaciones de los pisciformes inventariados en su época, y dado que los océanos contienen el 97% del agua de la Tierra y que la estimación de las aguas continentales es de un 0,0093%, calculó la cantidad de espacio disponible para los peces marinos y de aguas continentales, concluyendo que cada especie de pez marino disponía de 113.000 km3, mientras que, el de las aguas continentales era de 15 km3. Ejercicio muy estimulante y, a la vez, totalmente inútil dado que, a los peces, tener a su disposición tantos km3 de agua no les sirve de mucho y a buen seguro que lo saben, puesto que no los ocupan.

Quiero creer que el interés de todos estos augures es honesto y reside en la curiosidad científica o en el deseo de contribuir al conocimiento, aunque, en demasiados casos, parece que intentan implementar una información que alimente una base de datos, con la que puedan publicar un nuevo artículo, muy necesario para incrementar su esfera curricular. Para ese cometido, los expertos malabaristas toman como buenas las cuantificaciones aportadas por artículos ya publicados y, en el mejor de los casos, las comparan con las conseguidas a través de otros, pero sin parar a reflexionar cómo se han obtenido los datos con los que están jugando. El resultado de ese ejercicio es que el nuevo artículo puede presentar unas conclusiones de aspecto formal, pero exento de credibilidad alguna.

Estamos en lo de siempre, olvidamos la dinámica temporal y proyectamos una visión macroscópica de un universo cambiante, ignorando importantes detalles de abrumadora complejidad.

En conclusión, podría decirse que este tipo de cuantificaciones no deben impresionarnos. La estadística, se trata de una herramienta más que debería contribuir a mejorar la comprensión de lo que se pretende conocer, de otra manera se convierten en efímeros ejercicios de salón.

 

REFERENCIAS

Grassle, J.F. y N.J. Maciolek. 1992. Deep-sea species richness: regional and local diversity estimates from quantitative bottom samples. Am. Nat. 139(2):313-341.

Horn, M.H. 1972. The amount of space available for marine and freshwater fishes. U.S. Natl. Mar Fish Serv. Fish Bull, vol. 70 (4): 1295-1297.

Koslow, J.A., A. Williams y J.R. Paxton. 1997. How many demersal fish species in the deep sea? A test of a method to extrapolate from local to global diversity. Biodiversity and Conservation, 6: 1523-1532.

 


AUTOR:

Dr. Domingo Lloris, ictiólogo marino con 150 publicaciones, 60 proyectos, 52 campañas al Mediterráneo, Cantábrico, Mauritania, Namibia, Canal Beagle, mar argentino, Chile, Terranova. Pionero en el muestreo a más de 1000 m. de profundidad.

Foto de portada fotocomposición de [Ref.: D. Lloris].

Foto de artículo, Donde está Wally de [Ref.: D. Lloris].