Un par de fenómenos extraordinarios

D. Lloris

En marzo de 1986, tuve la oportunidad de asistir a un seminario-taller en Mar del Plata (Argentina). De ese evento, todavía hoy, 36 años después, guardo memoria de dos acontecimientos, ocurridos en el mismo día, que nunca me abandonaron.

El primero, fue durante una de las sesiones donde según el turno establecido, cada uno exponía su ponencia. Los temas presentados despertaban, mayor o menor interés entre los presentes, en función de su disciplina. De pronto, de entre todas, destacó una, expuesta por un equipo de investigadores de Miami que, por un motivo u otro, captó el interés de los allí reunidos. No recuerdo su título, pero sí una imagen, muy viva, que me impresionó. Estaba animada y, eso que, en ese entonces, no existían las técnicas con las que hoy día nos servimos para estos menesteres.

La imagen era la Tierra, vista a cierta distancia por lo que se podía percibir su entera esfericidad. Mostraba una secuencia del mismo plano donde se podía ver todo el continente sudamericano y parte del Atlántico. Esa misma imagen fue tomada durante los 12 meses del año y pasada como si se tratara la secuencia de una película, consiguiendo un resultado que, para mí, fue espectacular.

De la superficie amazónica surgían, intermitentemente, a modo de pulsaciones, nubes de vapor que se desplazaban en dirección al Atlántico adyacente. Intermitencia y movimiento que le conferían la apariencia de un enorme organismo vivo que respiraba. No pude evitar pensar que estaba viendo la imagen de Gaia, la gran madre Tierra que, unos años antes, en 1979 nos hizo percibir James Lovelock.

Transcurrido el tiempo y asistir a múltiples fenómenos en los que Gaia parece manifestar su rechazo, ante los despropósitos, producidos por una de sus criaturas, capaz de modificar y destruir lo que tantos milenios ha tardado en dar forma.

Parece como, si con esos ataques de inocente letalidad, sin aparente propósito, quisiera demostrar lo frágiles e insignificantes que somos ante su poder. Las catástrofes naturales se suceden y, en su última manifestación, como es este fenómeno pandémico que estamos sufriendo, que no puedo evitar volver a Lovelock (2007), a Lovelock et al (2009) y, por supuesto, a Gaia, con su poderosa e inmensa capacidad de resiliencia, alejada de cualquier tipo de sentimiento, capaz de reconducir las injerencias de esos inquietos y desagradables bípedos.

* * *

El segundo acontecimiento, fue de naturaleza distinta, también visual, sorprendente y extraordinario. De esos que solo se comentan entre familiares y amigos muy próximos, los mismos que arquean las cejas y dejan aflorar una sonrisa de incredulidad al oírla. Ahora, transcurrido el tiempo y, sin ánimo de buscar polémica es que me atrevo a compartirlo.

Salí del seminario-taller con el coautor y colega del artículo, paseando por la costanera de la ciudad, comentando las ponencias a las que habíamos asistido. Ya era oscuro, cuando vimos un grupo de gente y a otras personas más aisladas, que miraban hacia arriba, a la bóveda celeste del hemisferio austral. Los imitamos y así pudimos contemplar, en silencio, un inusual avistamiento de lo que podía catalogarse como un fenómeno OVNI (Objeto volante no identificado).

Allí estuvimos parados un tiempo indeterminado viendo como de un objeto esférico, de color azul y blanco que parecía en ebullición, salían, a cada lado, dos objetos similares, de menor tamaño, con un movimiento oscilante, como si flotaran, adoptando diferentes posiciones (hacia abajo, en horizontal y hacia arriba); luego volvían a juntarse al de mayor tamaño y, acto seguido, la bola nuevamente formada, desaparecía en una parábola a enorme velocidad, para segundos después volver a representar, varias veces, el mismo ballet, hasta que desapareció definitivamente (Fig. 1).

CAST Fig. 1. Representación secuencial del fenómeno avistado en marzo de 1986 desde la costanera de la ciudad de Mar del Plata (Argentina) [Ref.: D. Lloris].

No hace falta reproducir todos los comentarios que nos cruzamos, incluido el de la psicosis colectiva, que se descartó totalmente como se verá más adelante.

Una vez en el hotel, cuando nos disponíamos a cenar, vimos cómo la gente se aglomeraba en una sala entorno a la pantalla de televisión que retrasmitía lo mismo que habíamos visto poco antes.

He tratado de reproducir el fenómeno en sus distintas formas. Ignoro si, junto al texto que las acompaña, he conseguido dar idea de esa interesante experiencia. De todos modos, ahí dejo este testimonio para a quien pueda interesarle.

 

REFERENCIAS

Lloris, D. y J. Rucabado. 1986. Variaciones de las fronteras ictiogeográficas aún no explicadas en la oceanografía descriptiva del Atlántico Sur. Seminario/Taller, (El Océano Atlántico Sudoccidental). Mar del Plata.

Lovelock, J.E. 1979. A New Look at Life on Earth. Oxford University Press. 170 pp.

Lovelock, J.E. 2007. La venganza de la Tierra. La teoría de Gaia y el futuro de la humanidad. Planeta, 249 pp.

Lovelock J. 2009 (En colaboración con L. Margulis, G. Bateson, H. Atlan, F. Varela y H. Maturana). Gaia. A way of knowing. Trad español: Gaia. Implicaciones de la nueva biología. Editorial Kairós.

 


AUTOR:

Dr. Domingo Lloris, ictiólogo marino con 150 publicaciones, 60 proyectos, 52 campañas al Mediterráneo, Cantábrico, Mauritania, Namibia, Canal Beagle, mar argentino, Chile, Terranova. Pionero en el muestreo a más de 1000 m. de profundidad.

Foto de Portada: Esfera terrestre tomada (según el NOAA, 2015) y modificada buscando la aproximación vista en el seminario taller al que se presentó nuestra ponencia (Lloris y Rucabado, 1986). [Ref.: D. Lloris].