B O S Q U E    A N C E S T R A L

Mural 60 m – Anna Rierola

“Bosque ancestral» es un fragmento de inmensidad, esa inmensidad que fue condición necesaria para la existencia de la vida. Nos muestra el Universo y la naturaleza como un todo orgánico, donde cada elemento está interrelacionado y no puede ser aislado del resto.

La obra forma parte de la fachada del Centro Mediterráneo de Investigaciones Marinas y Ambientales, sede del Instituto de Ciencias del Mar y de la Unidad de Tecnología Marina, desde febrero de 2019.

Un mundo microscópico bajo la superficie del mar

Acostumbrados a ver peces, algas, medusas y otros seres marinos de magnitudes apreciables al ojo humano, olvidamos que bajo la superficie del mar se esconde un inmenso mundo microscópico formado por virus, bacterias, flagelados, microalgas, ciliados, pequeños crustáceos, etc. Esta comunidad compleja de microorganismos del plancton desempeña funciones esenciales para la vida marina y el equilibrio de los ecosistemas.

«Bosque ancestral” se inspira en el papel fundamental que juegan los organismos del fitoplancton marino en el funcionamiento global de nuestro planeta: constituyen la base de la cadena trófica, son los protagonistas de ciclos naturales básicos y generan el 50% del oxígeno del planeta, que nosotros respiramos.

Además del papel funcional, esta obra artística también reivindica el papel ancestral de estos organismos: la historia de la vida en la Tierra empezó en los océanos con organismos muy simples, y las primeras formas fotosintéticas marinas originaron la atmósfera oxigénica en la que vivimos hoy en día.

Los progatonistas

Diatomeas, dinoflagelados y cocolitoforales son eucariotas unicelulares fotosintéticos pertenecientes al reino Protista.

Son los componentes más abundantes del fitoplancton, se encuentran ampliamente distribuidos por todo el océano y juegan un papel fundamental en la base de la cadena trófica marina, además de ser importantes productores de oxígeno atmosférico.

Las primeras evidencias de estos organismos se encuentran en sedimentos y fósiles de hace 200 millones de años. Son, por lo tanto, organismos primitivos testigos del pasado de nuestro planeta.

Cocolitoforales

Pertenecen al grupo de las Haptófitas y presentan formas muy diversas, pero todos están cubiertos de placas de carbonato cálcico, los cocolitos, que en conjunto forman la cocósfera del individuo.

Dinoflagelados

Su particular movimiento rotatorio lo producen dos flagelos diferentes: uno que rodea la célula y la hace girar sobre sí misma, y otro, más convencional, que la impulsa. Algunas especies son tóxicas y, cuando proliferan sin control, pueden afectar a otros organismos marinos o incluso a la salud humana.

Diatomeas

Se caracterizan por su caparazón de sílice, la frústula, que presenta una gran diversidad de formas, tamaños y
ornamentaciones. Cada estructura es única y a menudo son los pequeños detalles los que sirven para diferenciar una especie de otra.

Organismos ancestrales

La vida surgió en los océanos hace 3800 millones de años. Los primeros organismos fotosintéticos marinos transformaron la atmósfera primitiva llenándola de oxígeno, veneno para muchos de los organismos que existían entonces, y posibilidad para otros de desarrollarse y evolucionar en este nuevo ambiente, haciendo de la Tierra un planeta tal y como lo conocemos hoy en día.

Desde el primer ancestro eucariota común (“LECA”), los protistas se diversificaron en un gran abanico de formas de vida. Los cocolitoforales, las diatomeas y los dinoflagelados divergieron pronto en ese árbol evolutivo y hoy en día forman parte de grupos muy diferentes.

 

Aroma a mar

¿A qué se debe el olor a brisa marina? Ese aroma refrescante lo provoca principalmente un compuesto químico producido en los mares: el dimetilsulfuro (DMS). Los organismos del fitoplancton, principalmente los haptófitos y los dinoflagelados, contienen dimetilsulfoniopropionato (DMSP), que les ayuda a protegerse del ambiente salino y oxidante.

Al morir, la acción de diversos microorganismos transforma el DMSP en DMS. Este último, al ser un gas insoluble, difunde hacia la atmósfera, donde se oxida y actúa como núcleo de condensación para que el vapor de agua se acumule formando nubes.

Es así como el fitoplancton influye sobre la regulación del clima: facilita la formación de nubes que reducirán la cantidad de radiación solar que llega a la superficie, contribuyendo a frenar el aumento de la temperatura global del planeta.

MÁS ALLÁ DE LO VISIBLE

Son organismos diminutos, con un tamaño de micrómetros (milésimas de milímetro), una escala invisible al ojo humano. Sus espectaculares formas se nos revelan gracias al uso del microscopio electrónico.

El microscopio electrónico de barrido emplea un haz de electrones que ‘escanea’ o ‘ barre’ la muestra para generar
imágenes con resoluciones inferiores a 1nm, en las que podemos ver estructuras hasta 100 veces más pequeñas que con el microscopio óptico, y con una gran profundidad de campo, mostrando la estructura tridimensional de las células.

Cerrando el ciclo

Las estructuras externas de cocolitoforales y diatomeas perduran tras la muerte del organismo y una parte se deposita en el fondo, aportando carbonato y silicio a los sedimentos marinos. Así, entran en el ciclo geológico y pueden ayudarnos a reconstruir cómo era el océano en tiempos pasados.

A N N A  R I E R O L A

 

“Me maravilla imaginar el caldo primigenio de la vida,

y para mí este mural tiene algo de ese inicio, de biogénesis”

 

El trabajo de Anna Rierola es una respuesta a la experiencia de sumergirse en el mundo de la ciencia hecha imagen. Parte de imágenes científicas para hacer aflorar universos invisibles, enfocando la mirada en la complejidad del mundo que nos rodea, en la harmonía de la naturaleza y en la viculación entre lo diminuto y lo inmenso. Nos muestra el Universo y la naturaleza como un todo orgánico, donde cáda elemento está interrelacionado y no puede ser aislado del resto.

El mural está creado a partir de imágenes reales de microscopía electrónica de microorganismos del fitoplancton marino, realizadas en el Institut de Ciències del Mar, y de polímeros sintéticos y nanomateriales, cedidas por el Institut Català de Nanociència i Nanotecnologia.

“Bosque ancestral” es una interpretación artística y libre de un mundo invisible y, aunque el punto de partida son las imágenes científicas, éstas han sido modificadas según la visión de la artista.