Sobre la oligotrofia mediterránea

D. Lloris

En este artículo, quisiera llamar la atención sobre un tópico que, a fuerza de ser repetido, ha ido adquiriendo carta de naturaleza. Estoy hablando de la generalización establecida sobre el carácter oligotrófico del Mediterráneo.

Para quienes no estén familiarizados con el término podríamos decirles que trata de las aguas con escasas sustancias nutritivas, poco fitoplancton, muy limpias y transparentes.

Desde hace más de 26 años, primavera tras primavera, he observado la presencia del peregrino (Cetorhinus maximus), el segundo tiburón más grande conocido; la llegada de diferentes especies de atunes, el registro de algún cachalote, varias especies de delfines y la que me parecía más sorprendente la presencia de ballenas, en particular la del gigantesco rorcual común (Balaenoptera physalus).

No podía entender como tan formidables organismos con altas necesidades energéticas, acudían periódicamente a un Mediterráneo estigmatizado por los bajos niveles de nutrientes y, en consecuencia, con una escasa productividad primaria, como así lo atestiguaban un cúmulo de especialistas en esta materia. Ahí está la literatura disponible, para demostrar lo que estoy diciendo, incluso, como postulaba exageradamente Azov (1991), llegando a asignarle la categoría de ser el mar más oligotrófico del mundo.

Mientras tanto, a pesar de conocer que la mayoría de estas apreciaciones estaban basadas en muestreos costeros locales, focalizados en las cercanías de las desembocaduras de los ríos, asistía a la paradoja representada por la periódica presencia de especies migradoras de gran envergadura y a observar el aumento de las abundancias estacionales de peces y a la «sorprendente» capacidad de recuperación de algunas pesquerías como han comentado algunos expertos pesqueros, pero que, instalados en la inercia del tópico generalizador atribuían cualquier anomalía a la sobrepesca. Igual que, en su momento, ocurrió con la contaminación, el cambio climático o cualquier otra causalidad que sirviera para explicar los cambios detectados y, en los últimos tiempos, al concurso de todas ellas.

Mi incomodidad se disipó, cuando un día me llamó la directora del Instituto, conocedora de mis inquietudes y, sin dejarme entrar en su despacho, me mostró, desde cierta distancia, un enorme póster donde predominaba el color verde, preguntándome qué me sugería (Fig. 1).

Fig. 1. Variabilidad interanual de la clorofila superficial del Mediterráneo noroccidental. Las concentraciones más altas no se restringen a las áreas costeras de las desembocaduras de los ríos, sino que también se extienden por las aguas abiertas. Composición mensual correspondiente al mes de marzo, generada entre 1998 a 2004, a partir de datos SeaWiFS. [Ref.: Morales-Blake, 2006].

La respuesta fue rápida y espontánea. Lo que me mostraba era una secuencia temporal de parte del Mediterráneo occidental, donde el color verde de la clorofila lo llenaba todo.

En efecto, se trataba de los resultados obtenidos por Morales-Blake (2006) para su Tesis Doctoral, basado en una pregunta (Qué tanto oligotrófico es el Mediterráneo respecto de otros mares y océanos) y una serie temporal de imágenes satelitarias diarias, tomadas desde 1998 a 2004, en el Mediterráneo noroccidental, donde en un apartado decía:

«… la condición oligotrófica, atribuida generalmente para el Mediterráneo noroccidental, se ve reducida a 5 meses del año para casi toda su superficie, otros 3 meses con oligotrofia en la región sur, con niveles tróficos variando de mesotrófico a eutrófico en la región norte. En los 4 meses restantes es notorio el predominio de un entorno que varía de mesotrófico en casi todo el Mediterráneo noroccidental a eutrófico en la región norte.»

Escenario que sí explicaría la adaptación del ciclo reproductivo de muchos organismos y las periódicas migraciones, desde tiempos remotos, coincidentes con estos ritmos de productividad planctónica, que avala la dirección seguida hacia el mar Ligur y alrededores, por los grandes pisciformes y cetáceos migradores tras penetrar en el Mediterráneo.

Igualmente, Lazzari et al., (2012), aplicando un modelo de aproximación estacional e interanual, sobre la variabilidad de la producción de la clorofila planctónica, también sitúan al Mediterráneo occidental, a niveles meso y eutróficos.

A este respecto, cabría deducir que cualquier fluctuación de la producción primaria, influirá en toda la cadena alimentaria y, en particular, en los organismos planctófagos por su dependencia de este recurso, cuyas poblaciones experimentan acusados y a veces prolongados altibajos, muy conocidos a lo largo de la historia por los sufridos pescadores de pequeños pelágicos como la sardina y el boquerón.

Para finalizar este apartado, quisiera incluir otra imagen que complementa la figura anterior donde se muestra la concentración de clorofila en el Mediterráneo occidental, avalando lo que estoy comentando (Fig. 2).

Fig. 2. Captura masiva de eufausiáceos en el Mediterráneo occidental; a) parque de pesca y cinta transportadora del B/O Miguel Oliver, junto a una batería de cajas, mostrando la cantidad de estos organismos; b) densidad en un espacio de 13 cm y c) detalle de un ejemplar.

Justo ahora, se cumplen tres años desde la recepción de estas fotografías, durante los cuales quedé a la espera para que los interesados publicaran algún artículo, al que poder citar. No ha sido así, por lo que las incluyo, sin referencias, ni datos de posición geográfica, ni abundancias, con la finalidad de estimular a quien tenga los datos precisos, a escribir alguna nota o artículo sobre este importante evento de carácter visual y confirmatorio que demuestra la presencia de toda clase de pequeños y grandes depredadores en el litoral del Mediterráneo ibérico.

A este respecto sorprende el escaso acierto de una publicación diez años posterior a la de Morales-Blake, donde se hace un alegato sobre la importancia de los modelos y se nos alerta, con el consabido mantra, sobre el grave riesgo que corre el Mediterráneo a causa de la pérdida de la producción primaria y la sobrepesca. Curiosamente no se cita para nada el estudio llevado a cabo por Morales-Blake (2006) que hubiera contribuido, sin duda alguna, a matizar sus conclusiones.

 

REFERENCIAS

Azov, I. 1991. The Mediterranean Sea, a marine desert? Mar. Pollut. Bull. 23: 225–232.

Lloris, D. 2019. Hablemos del Mediterráneo (y… de los peces que lo habitan). Amazon. 242 pp.

Morales-Blake. A.R. 2006. Estudio multitemporal de la clorofila superficial en el mar Mediterráneo Nor-Occidental, evaluada a partir de datos SeaWiFS: septiembre de 1997 a agosto de 2004. Tesis doctoral. Univ. Politécnica de Barcelona.

 

Nota: Este artículo ha sido redactado y adaptado a partir de Lloris (2019).

 


AUTOR:

Dr. Domingo Lloris, ictiólogo marino con 150 publicaciones, 60 proyectos, 52 campañas al Mediterráneo, Cantábrico, Mauritania, Namibia, Canal Beagle, mar argentino, Chile, Terranova. Pionero en el muestreo a más de 1000 m. de profundidad.

Foto de portada: Una muestra de los mamíferos y peces de mayor tamaño presentes en el Mediterráneo. [Ref.: Fotomontaje D. Lloris a partir de diversas fuentes].