Josep Lluís Pelegrí Llopart

Las más grandes ideas, o quizás mejor tendría que decir espejismos, siempre me han llegado cuando me arropo en la cama. Es en estos minutos de oscuridad y silencio, con ojos y cuerpo entrecerrados, cuando repienso con tranquilidad alguna pregunta, científica o filosófica, que a menudo hace días que me da vueltas por la cabeza. Caigo despacio en un estado de conciencia somnolienta donde todo confluye alrededor de la pregunta que me persigue y, bastante a menudo, me sorprendo a mí mismo pensando que tengo la respuesta. Ante mí, aparece, clara y precisa, una solución sencilla – no podía ser de otro modo – al problema que me asaltaba. Con los sentidos ya casi vencidos, dudo si habrá que escribirla pero su sencillez y claridad son tan evidentes que me digo a mí mismo que no es necesario… Flaqueza esta, demasiado recurrente, que el día siguiente pagaré cara…

Justo levantarme, la cristalina respuesta se ha disipado. La nitidez ya no es tal y, a pesar de mis esfuerzos, me siento perdido en una niebla difusa. Y si acaso consigo recordar, seguramente porque por la noche hice el esfuerzo de levantarme de la cama para tomar notas, lo más normal es que la solución se manifieste irreal, un especie de alucinación… Solo unas poquísimas veces a lo largo de muchos años, mal contadas con los dedos de las manos, los espejismos han acontecido realidades.

Estas dos realidades individuales paralelas, un espacio imaginario de reflexión y revelación frente a un estado de aparente realismo y conciencia, me llevan inexorablemente a pensar en las dos realidades sociales que estamos viviendo a lo largo de las últimas semanas. Cuando comparo los valores de nuestra sociedad un mes atrás con las prioridades de estos días de confinamiento, tengo la percepción que ahora todo es mucho más claro. Estos días de somnolencia y letargo compartido nos han permitido identificar cuáles son nuestras necesidades fundamentales, nuestras prioridades individuales y colectivas. La salud y las necesidades básicas de agua, luz y alimento, la solidaridad, el agradecimiento, la compañía en la proximidad y la distancia.

¡Mágica sorpresa! En pocas semanas, la sociedad capitalista y globalizada se ha vuelto menos consumista y más próxima. Nos miramos a los ojos cuando nos cruzamos por la calle o vamos a comprar, cuando aplaudimos a las 8 de la noche, cuando nos llamamos para explicar y preguntar qué hacemos. Y todavía más – ¡gran maravilla! – el aire de la ciudad se ha purificado y los pájaros cantan, los otros seres del planeta, con los mismos derechos que tenemos nosotros, han salido de sus escondrijos para acercarse a poblaciones y costas. Esto que parecía imposible, esta desaceleración en el consumo y la drástica reducción en la emisión de contaminantes y gases invernadero, se ha conseguido en pocos días.

Bien cierto que esta situación actual no es sostenible. Es una lección muy dolorosa, tanto económica como sobre todo emocional, que sufren muchas personas… pero nos enseña que hay un término medio posible y necesario. Hemos tensado tanto el resorte que ahora ha vuelto con violencia y ha pasado a otro extremo, lejos de lo que tendría que ser el desarrollo (que no crecimiento) sostenible. Pero la lección es muy clara: esto tenía que pasar por una razón u otra. No podemos tensar el resorte continuamente. Pandemia, emergencia climática, acaparamiento de la riqueza, crisis migratoria, degradación de nuestro entorno, pérdida de biodiversidad, explotación y aislamiento de los más débiles… Todas ellas son reflejos de un profundo y cruel desajuste en nuestra sociedad.

Hay que buscar un equilibrio, soñar y actuar para conseguir una sociedad empática, sensible y cooperativa. Una comunidad que valore especialmente los trabajos sociales, el cuidado de los demás. Una civilización en armonía con la natura. Es la utopía que nos apunta el poeta: És quan dormo que hi veig clar, foll d’una dolça metzina  (Es cuando duermo que veo claro, loco de un dulce veneno). Enloquecer, sí, pero por aquello que realmente merece la pena.

Tomemos cuidadosa nota de estas semanas de espejismo, de este insomnio con un sueño, y reflexionamos y trabajamos para que su mensaje no desaparezca. Convirtamos esta tristeza y somnolencia en una oportunidad, en un proceso curativo para nuestra alma individual y global, para nuestra consciencia planetaria.


AUTOR:

Josep Lluís Pelegrí Llopart, físico i oceanógrafo, educador e investigador, director del Institut de Ciències del Mar del CSIC a Barcelona.

Ilustraciones de Jimena Uribe, escenógrafa titiritera, ilustradora y directora de actividades de tiempo libre.