“Cómo picar con una lima y limar con un martillo”

D. Lloris

Uno de los escasos lectores que debo tener en esta bitácora, me ha preguntado sobre el significado utópico de mis artículos pues no lo veía reflejado por ningún lado y, al parecer, ese era uno de los aspectos que dieron pie al impulso inicial de estas páginas.

A ti y a los que también lo hayan pensado, les diría que mi finalidad, al margen de otras utópicas veleidades, fue y es la de contar aquello que no suele salir a la luz tras el desarrollo de un proyecto o, solamente se cuenta en círculos reducidos de amigos y colegas.

Decir a los más jóvenes que, están inmersos en una sociedad, educada en una cultura naif, reciben enseñanzas válidas, aunque, en mi opinión, excesivamente edulcoradas por un entorno más cercano a la Walt Disney Productions que a la realidad objetiva.

Entiendo que, dedicarse a la investigación marina también puede traer consigo daños colaterales. No se trata de un colectivo que periódicamente pasa unas vacaciones en el mar. Es otra cosa distinta a la que suele contarse en un día de puertas abiertas o en las estas páginas de divulgación, así que aprovecharé la oportunidad para contar una anécdota que, como todas mis anteriores aportaciones, contiene el factor humano del que no deseo prescindir.

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Hacía tiempo que había presentado, para su evaluación, la prolongación de un proyecto que estaba a punto de finiquitar. Se desarrollaba en el Canal Beagle (Tierra del Fuego – Argentina). En él se ponía de manifiesto la experiencia adquirida y cómo convertirlo en más eficiente si se disponía del equipo necesario para trabajar en esas latitudes, consiguiendo explorar lugares poco o nada hollados por el ser humano.

Uno de los detalles que, al parecer, desencadenó, la hilaridad de quién lo evaluó y su posterior rechazo, fue que se pedían fondos para adquirir un vehículo 4 x 4 con tubo de escape elevado (en chimenea o snorkel), como vienen preparados algunos camiones cuyos gases pretenden alejar de la trasera de su vehículo.

Su utilidad se justificaba por el intratable terreno a transitar, sin caminos, plagado de turbales, ríos y charcas de cierta profundidad, evitando así que el tubo de escape quedara sumergido inutilizando el vehículo. Además, podría servir de refugio cuando se dieran climatologías adversas, pues la meteorología cambiante del lugar advierte que durante un mismo día pueden darse la cuatro estaciones. Caso de no ser posible este medio de transporte, se proponía otra alternativa. La de adquirir caballos, por el módico precio de 4000 pesetas cada uno (poco más de 24 euros actuales) y equipos de acampada, luego de utilizarlos (vehículo, caballos y equipos) los donaríamos al centro de investigación base, donde serían recibidos de buen grado.

No me extenderé en detallar la respuesta de la evaluación, pero por si acaso el experto en cuestión leyese estas líneas y se reconociera, no quiero dejar de dibujar su inútil y magra visión, sobre la pesca en un litoral abrupto y, prácticamente deshabitado, hasta el punto que, en el escrito donde se rechazaba el proyecto, deslizaba algunos términos entre irónicos y jocosos, aludiendo a los vaqueros-pescadores y al olvido del presupuesto para la embarcación que seguramente utilizaríamos (qué sabría ese portento sobre ese asunto). El rechazo y los comentarios vertidos, aunque demostraban su total ignorancia e incompetencia, sobre el tema tratado, me dolieron y, eso que, supongo, nunca llegó a saber que, en otra ocasión, llegamos a utilizar el helicóptero del gobernador de Tierra del Fuego para ir a muestrear a Bahía Aguirre.

Tiempo después, durante una reunión, se me acercó un colega y en la conversación desplegada, luciendo una sonrisa, hizo una escurridiza alusión a la pesca a caballo en lugares inhóspitos.

No llegué a saber si se trataba del mencionado evaluador o alguien que participó en la chanza, pero le dije que me hubiera gustado ver cómo se cagaba de frío tras una lluvia o nevada, mientras su vehículo se quedaba atascado por una nimiedad de quedar el tubo de escape bajo el agua, mientras soplaban vientos de 80 o más km por hora y le solté un aforismo del Dr. Margalef pues no me parecía que él fuera de los capacitados de saber “cómo picar con una lima y limar con un martillo”.

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Tal vez algún otro curioso intente intervenir, creedme si digo que me encantaría, pues se me hace difícil pensar que una institución como es el ICM donde, según se consigna en sus páginas de presentación, dispone de 65 senior researchers, 43 postdoc researches, 42 PhD students y 64 technicians, se puedan contar con los dedos de una mano los que han contribuido a esta bitácora.

No es la única sección que me ha llamado la atención. Hace unos días caí en las páginas dedicadas a un glosario de términos y fue sorprendente descubrir la pobreza existente en ese ámbito, pues la mayoría de ellos respondían a cada una de las letras del abecedario con una sola definición. ¿Qué está ocurriendo? – ¿Tanto trabajo tienen los investigadores que no pueden dedicar un día al mes a rellenar esas escuálidas y desangeladas páginas? – Animo, yo puedo aportar 1000 términos. ¿Cuántos podéis ofrecer vosotros? Ahí afuera hay un montón de gente esperando esas palabras. Si no lo hacéis, otros ocuparán ese espacio o en cualquier otra página capaz de recopilarlas, dejando un sitio de consulta permanente para quien quiera utilizarlas.


AUTOR:

Dr. Domingo Lloris, ictiólogo marino con 150 publicaciones, 60 proyectos, 52 campañas al Mediterráneo, Cantábrico, Mauritania, Namibia, Canal Beagle, mar argentino, Chile, Terranova. Pionero en el muestreo a más de 1000 m. de profundidad.

Portada: Vehículo todoterreno vadeando un río y equipado con tubo de escape de gases elevado (sistema snorkel). [Ref.: https://especiales.autocosmos.com.ar].